Don Giovanni, Ópera de W. A. Mozart
La buena música tiene el poder de crear un lazo entre nosotros y las generaciones anteriores. Presenciar la estupenda ópera de W. A. Mozart, Don Giovanni, en el Teatro de los Estados de Praga, donde se estrenó el 29 de octubre de 1787, es como viajar hacia el pasado, al momento en el que el espíritu de la revolución era omnipresente y Europa estaba a punto de cambiar para siempre.
Aunque no hay nada de admirable en el personaje de Don Giovanni, un libertino que seduce y se deshace de sus amantes cuando quiere y que incluso llega a asesinar al padre de una de ellas, no podemos dejar de maravillarnos de su rebeldía frente a la muerte cuando, en la culminante escena final, el espíritu del hombre al que ha matado vuelve para condenarlo. Al igual que Mozart coloca toda la obra en el filo entre la comedia y la tragedia, podemos imaginar fácilmente al público de finales del siglo XVIII disfrutando y a la vez incómodos con las emociones que provoca el espíritu libre del antihéroe de esta obra.
Liberado de las preocupaciones habituales con respecto al tema, dado que esta ópera fue un encargo privado en lugar de ser una obra patrocinada por el emperador, Mozart, en Don Giovanni, fue creando su propia revolución, no desde el punto de vista de un político radical sino del de un genio musical. Partiendo de una obertura en clave menor, pasando por los dúos de los personajes, los cuales expresan diferentes emociones, Mozart dio la vuelta a las convenciones de su época creando una obra que puede considerarse que muestra el peor lado de la Ilustración o simplemente como un ejercicio musical que explora por qué nos sentimos atraídos por aquellos que tienen un lado oscuro en lugar de por personajes inocentes y puros. Más de doscientos años después de que se compusiera esta ópera, la historia de Don Giovanni todavía está muy presente en los escenarios de todo el mundo.